"¿COMO LLEGUÉ HASTA AQUÍ?"
- Amparo Velasco
- 5 ene
- 3 Min. de lectura
Después de una carrera dedicada y exitosa, ocupando puestos de relevancia en grandes marcas de tecnología a nivel mundial, hoy me encuentro reflexionando: ¿Cómo llegué hasta aquí?

La pandemia trajo consigo más que cambios sanitarios; impactó profundamente la economía, y muchas marcas comenzaron a reducir sus gastos operativos en América Latina. A partir de ese momento, escuchar sobre despidos masivos en empresas líderes del sector TI cada seis meses, se volvió algo habitual.
Hace año y medio, fui parte de uno de esos recortes. El golpe me tomó por sorpresa: no hubo señales, rumores, ni advertencias. El impacto no fue inmediato, sino gradual. En su momento, no dimensioné del todo la magnitud de lo que significaba. Pero poco a poco, caí en la cuenta de que el regreso a roles y empresas similares no sería tan sencillo como pensaba.
Si tuviera que describir esa sensación en términos climáticos, diría que recibir la noticia fue como un aguacero en el sur: te toma desprevenido, entre nubes y sol. Intentas apurar el paso, tal vez correr un poco, sabiendo que la tormenta pasará y, aparte de la ropa y el pelo mojados, no habrá mayores consecuencias. Sin embargo, a medida que los días se convierten en semanas y las semanas en meses, sentí cómo la lluvia se transformaba en un temporal. Cerré ventanas, protegí lo que pude, intenté mantenerme firme. Hice todo lo que creía necesario: cursos, redes de contacto, reuniones de "networking", entrevistas. Algunas oportunidades parecían casi seguras, pero al final, todo se desvaneció. Tras un año, me di cuenta de que, a pesar de mis esfuerzos, nada había cambiado.
Ahí fue cuando llegó la tercera fase: la devastación que sigue a un huracán. Esa fuerza que arrasa todo a su paso y te hace sentir impotente, incapaz de controlar lo que ocurre a tu alrededor. Me encontré perdida, sin la misma energía ni el impulso para seguir intentando.
A menudo escuchamos hablar de igualdad de oportunidades, equidad de género, diversidad e inclusión. Pero lo que realmente sentí fue cómo esas palabras en la práctica, son sólo eso : palabras. Terminé enfrentando lo que muchos llaman "edadismo", el "síndrome del impostor", y una sensación constante de ser descartable. A medida que estos pensamientos se apoderaban de mí, me vi en riesgo de perder mi energía y optimismo. Incluso ahora, sigo batallando con esos sentimientos, aunque intento recordarme constantemente que todo estará bien. Que aún tengo mucho por hacer, aunque el verdadero reto es saber qué hacer y cómo seguir adelante.
En el camino, he participado y avanzado en varios procesos de selección, hasta que la comunicación dejó de fluir, sin mayor información. Me he involucrado en dos proyectos importantes, que me sacaron de mi zona de confort. Dejé uno para seguir el otro que consideraba mi sueño, pero al final, terminé sin nada. Empecé desde cero, tomando cursos y programas de formación para mantener la esperanza y potenciar mis redes de contacto. He comenzado a hacer consultorías temporales y vislumbro alguna actividad de ese tipo en el futuro.
En este punto, el temporal, por ahora, ha amainado.
Lo que más he aprendido en este proceso es a aceptar la ayuda que te ofrecen personas que aparecen en tu vida, sin más intención que la de apoyarte, acompañarte y compartir. Te das cuenta de cuántas experiencias son similares en tantas mujeres y casi sin quererlo, envuelta en ese cariño, me empecé a mirar a través de sus ojos, más amables y generosos que los míos. Sus consejos, aunque a veces parezcan pequeños, pueden marcar la diferencia, si tienes el valor de implementarlos y si te apoyas en la energía con que vienen dedicados.
Esto que escribí responde precisamente a esa mirada externa que recibí de una mujer valiente y decidida, que me contagió su fuerza y su convicción. Me enseñó que, si ella creía en mí, yo también debía hacerlo.
No es fácil, pero empezar es lo que estoy haciendo ahora.
Esa es la historia que estamos escuchando y leyendo más a menudo en estos momentos.
Montones de factores internos y externos, entre ellos la falta de crecimiento del país que arrastra a la sociedad.
Tantos profesionales no se pueden desaprovechar. Tanta experiencia y talento, espíritu crítico, empatía. Toca reinventarse. Y todas juntas somos más.